Sevilla

viernes, 18 de febrero de 2011

Nos toman el pelo y encima se rien

Asombrado me quedo cuando hoy yendo a trabajar leo en uno de los diarios gratuitos que reparten por la calle al módico precio de un “gracias”, una noticia que me produce una vergüenza y una indignación que empieza a colmar un vaso que está ya al borde del desborde.
El tema y la culpa es el manido, ajado y… coche ponemultas. Esto roza la desvergüenza y el satirismo irónico “punzante” de aquellos que nos gobiernan, que no solo hacen mal las cosas sino que se regodean de una manera infame de este mal hacer delante de nuestras “jetas”.
El titular es “Faltan policías para conducir en Sevilla el coche ponemultas”. Y uno se queda patidifuso, sin ganas de continuar leyendo un absurdo de verdades provenientes de proyectos mal realizados.
A ello le acompaña el subtítulo: “Solo una veintena de agentes de los 1.100 de la plantilla actual han hecho un curso oficial para manejar el coche”. Y yo digo, ¡pero coño! Si en mi empresa para cubrir una jornada de 24 horas se necesitan tres trabajadores a ocho horas, suponiendo que en vez de una veintena fueran uno más y si las matemáticas no me fallan (7 por 3 = 21) tengo para cubrir una semana entera sin repetir trabajador.
Este “divino” coche costó solamente 72.000 euros (12 millones de las antiguas pesetas), mismo precio que un Ferrari F360 Módena Coupe de 400 cv. Lo inauguraron hará poco más de 4 años y se ha pasado la mayor parte de este tiempo entre averías y parones varios. Por poner un ejemplo, el año pasado se pasó desde febrero hasta octubre en el dique seco, pero no por avería sino porque el contrato de renting suscrito entre el Ayuntamiento y la empresa propietaria caducó en febrero.
¿Y no les produce vergüenza que sus gobernantes cometan estas semejantes aberraciones? Y además, ¿han tardado cuatro años en darse cuenta que no hay personal suficiente para este coche (aunque yo creo que sí)?
Todo esto me asusta porque no puedo entender que después de cuatro años y numerosos inconvenientes, por lo visto ajenos a la mecánica, ni hayan rodado cabezas ni por contra se hayan pedido dimisiones. Y lo malo de todo esto es que si se piden justificaciones económicas de todo esto, estoy seguro que se han perdido por el camino, como ya me pasó personalmente cuando pedí ver la obra en un colegio público donde van mis hijos, y la respuesta fue que allí donde yo señalaba no existe ningún centro docente.
Y yo les pregunto: ¿Para cuándo una cabeza? ¿La quieren? Pues pídanla a gritos.

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